¡Hola chic@s, como estáis!
Aquí os escribo un bonito cuento que nos explica como llegó la primavera al bosque, al campo, a nuestros jardines, a nuestra guarde.
Así que buscad vuestros cojines y sentaros para que papá o mamá os cuente el cuento.
Abrid bien esas orejitas, cerramos la boquita con la cremallera y atendemos mucho.
Muchos besitos y os echo mucho de menos.
El cuento empieza en 1, 2, 3.....shhh
Llegó la primavera
Llegó la
primavera al gran bosque. Una linda mañana, un pajarito cantor despertó a todos
los animales del bosque con sus trinos arrebatadores.
– ¡Viva!
¡Bravo! Llegó la primavera… ¡Yuppy! –Cantaba de rama en rama–. Despierten
todos, ¡llegó la primavera!
Al
escuchar al pajarito, uno por uno, los animales
sacaron
sus cabezas por las puertas de sus casitas. Luego salieron felices a pasear por
el bosque, cantando, saltando, y agradeciendo a Dios. ¡Cuánta bulla hacían!
– ¿Quién
sigue durmiendo en un día tan lindo? –preguntó una abejita, y alguien le dijo
que era el señor oso.
–Despierte,
don oso –susurró la abejita en su oído–. Mire, ya llegó la primavera.
Estirando
su pesado cuerpo, don oso abrió uno de sus ojos… luego el otro, y miró de un
lado para otro. Le costó bastante esfuerzo despertar del largo sueño; pero al
fin pudo unirse en la alegría de los demás animales.
Los árboles vestían un nuevo, frondoso, y
verde claro. La semillitas que habían dormido en la tierra, despertaron y
empezaron a crecer. Muy pronto, lindas flores, de mil colores, adornaban las
praderas. ¡Qué perfumado estaba el aire!
El río
cantaba feliz, al ver a tantos pececitos nadando y saltando en sus aguas.
El sol,
observaba sonriente cómo se divertían todos los animales, especialmente, al ver
todos los lindos hijitos que Dios les había dado.
Doña pajarita tuvo dos rosados pichoncitos. El señor sapo y su
esposa tuvieron cuatro sapitos saltarines. Doña pata tuvo cinco patitos
amarillos.
Las mamás y los papás estaban muy
orgullosos y felices con sus nuevos hijos.
– ¡Miren cuántos hijos ha tenido
doña coneja! –dijo la tortuga, y empezó a contarlos–. Uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis, siete, ocho… ¡Ocho preluditos y orejones conejos!
Esos chiquillos saltaban felices
por todas partes. El papá y la mamá no sabían bien qué hacer con tantos
saltarines.
–Papito, me lastimé la colita –se
quejó su hermano.
Y así, cada uno de los animales saltaba y
corría feliz, porque había llegado la primavera.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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